martes, 30 de noviembre de 2010

No sea que por si acaso...

Y en menos de un instante todo cambia: dejamos el pasado atrás y nos lanzamos hacia lo desconocido, nuestro futuro. Partimos hacia lugares remotos para intentar encontrarnos a nosotros mismos o intentamos perdernos explorando placeres más cerca de casa. Los problemas empiezan cuando nos negamos a aceptar los cambios y nos aferramos a viejas costumbres; pero si nos quedamos demasiado tiempo en el pasado puede que el futuro no llegue nunca.


A cada paso que se da, algo nuevo se busca… o se encuentra. Debido a los cambios y a las aventuras, al no tener nada planificado, crecemos personalmente en todos los sentidos. Evitar cualquier problema es lo mejor aunque también es conveniente estar alerta. No hay que tener miedo de lo desconocido; el miedo es una frontera, un obstáculo que nos impide andar y ver más allá de nuestro punto de partida.

Ante las adversidades: sonreír. Sonreír, no preocuparse y nunca girar la vista atrás. Se abren muchas puertas con sus respectivos destinos, los cuales se han de aprovechar. Ahora ya no tiene cabida el pasado. Todos los antiguos recuerdos deben guardarse en un baúl bajo llave. Y si la cosa no funciona bien también se puede encender una vela y tocar madera por si acaso. Sólo por si acaso.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Un nuevo destino

En la larga senda del destino el caminante dejó tras de sí muchas palabras, vivencias y personas. Seguía su marcha pensante. Recordaba todo lo que había vivido hasta entonces. Había logros, triunfos, alegrías y satisfacciones, pero también tristezas, fracasos, decepciones, ilusiones rotas y sueños sin cumplir. Sabía que en su nuevo viaje echaría de menos todos los fugaces instantes que había compartido con las personas que más quería. Se enfrentaba solo esta vez. En su próxima parada no lo iba a esperar nadie. Únicamente estaba él.

En su maleta llevaba fotos, cartas; imágenes. En su memoria lo que verdaderamente le era necesario: los recuerdos. Disfrutaba reviviendo sus recuerdos de años atrás. Sonrisas, felicidad, armonía y ternura. Una ráfaga de aire le hizo pensar en las despedidas: muchas palabras. Todas ellas rebotaban en su mente.

Recordaba todas las promesas que se habían hecho. No obstante, era consciente de que esas promesas, que se transformaban en tan sólo un cúmulo de palabras dichas por inercia, no se cumplirían. Rara vez se cumplen. En el fondo, le gustaba vivir de los recuerdos y del pasado. Placer equivocado. A la vez, hacía balance de todas las cosas que había hecho a lo largo de sus años. Se arrepentía de algunas, otras las volvería a hacer y otras las consideraba irrepetibles. Lloró. Ansiaba volver años atrás, volver a deshacer el camino, vivir en aquellos años de felicidad plena y absoluta pero también efímera. Debía andar, seguir su camino, enfrentarse a una nueva etapa sin compañía, sin ayuda de nadie. Se acabaron los apoyos incondicionales e imprescindibles.

Sólo podía dar las gracias.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Euforia #2

Tutto è semplice sai.


Hay que alcanzar la euforia y lo frenético continuamente. Sin parar.

Tras la euforia llega la calma. También la tranquilidad. Y la satisfacción. Si la euforia es un estado desmesurado de alegría y felicidad, lo frenético -el frenesí en sí- es un estado de exaltación; un delirio violento; un impulso; un ímpetu que no puede detenerse.

Liberarse.
No regirse por la mente.
No pensar en el ayer ni en el mañana.
Vivir el presente sin control.

Las lamentaciones no sirven de nada, son inútiles. Únicamente sirven los deseos y las pulsiones. Una sonrisa de complicidad, un simple abrazo, una intensa mirada y dos manos entrelazadas son el comienzo de algo eufórico y frenético. Todo ello representa una típica y banal muestra de afecto. No obstante, siempre hay más que dar. Entregarse por completo debería ser un dogma de fe.

Llegar hasta el final de la noche sin remordimientos, guiándonos sólo por el amor, desequilibrando nuestros cuerpos, compartiendo la respiración… sintiéndonos por un instante eternamente jóvenes y no mirar atrás.

martes, 16 de noviembre de 2010

Euforia #1

Son tan fuertes mis latidos que el sonido de mi voz no se escucha cuando a gritos pide que me haga mayor.

Absurdo. Todo es absurdo. Sin sentido. Siempre esperando algo. Deseando algo. Queriendo crecer. Queriendo avanzar. Lo mejor es esperar. No precipitarse. Ser cauto. La cautela es un don. Y también la perseverancia.

Se educa en la lucha, en que se consigan los objetivos pero nadie comenta lo difícil que es lograrlo. Todo es mentira. Nos mienten y en consecuencia mentimos para protegernos, para no ser libres, para encarcelarnos. Arrepentimiento. Culpabilidad. Y entonces actúa la conciencia. Lo dijo Lisbeth Salander: se debe hacer un análisis de consecuencias antes de actuar. Casi nadie lo hace. Hablamos, actuamos, nos movemos pero pocas veces pensamos. Pensar. Si se piensa es después de haber hablado y actuado.

La conciencia es un cástigo, un riesgo, una toma de percepciones de los actos que se han realizado. ¡Qué viva la euforia! No escuchar a tu mente, no hacerle caso y en su defecto prestar atención al corazón es, sin duda, digno de admiración. Dejarse llevar y no contar las palabras y pasar por alto la respiración y ser quien eres y actuar conforme a tus principios y saltar y reír y andar y disfrutar y gritar.

Por desgracia, todo se reduce a mentira y represión.


jueves, 11 de noviembre de 2010

Idiota

A veces hay que quitar el barro para revelar el amarillo brillante que hay debajo. A veces hay que llevar la flor a la luz del sol para apreciar el enrojecimiento de la rosa. A veces hay que quitar el envoltorio para comprobar lo mucho que te quiere una persona. A veces para ver los verdaderos colores de una mujer, sólo hay que hacerla sentir innecesaria.

No siempre es fácil ver los colores reales de alguien. A veces hay que mirar debajo del barniz masculino para encontrar un frágil ego. Debes ignorar el brillo de una joya para saber que es una copia. Debes sacar la verdad de la oscuridad para ver la belleza de su sonrisa. Sí, la gente esconde su verdadera naturaleza todos los días y, tristemente, nos damos cuenta de ella cuando ya es tarde.

Sin embargo, es más sencillo y rápido dejarse llevar por los sueños, por la imaginación; crear un mundo de fantasía donde todo es perfecto, donde se encuentra el equilibrio deseado. En ese mundo de mentiras, falacias y sofismos (J..) nos sentimos bien, felices. Una felicidad errónea basada en creencias, suposiciones e incluso delirios. Y en realidad, nada es tan fácil. Nada es fácil. En el mundo onírico te dejas llevar por los deseos. Por tus deseos. Por cómo te gustaría a ti que fuera la realidad que estás viviendo. Vives en tu mundo ansiado rodeado de las personas que te hacen sentir libre.

Pero llega el día en que entiendes que ese mundo no es permanente, es temporal y efímero. Tus deseos, sueños y fantasías terminan cuando descubres a la persona. Cuando ves sus colores reales, su verdadero ser. La perfecta y sublime apariencia creada en tu mente sólo era eso: una creación, un engaño para mantenernos felices por un breve espacio de tiempo. Es una cura transitable que no sirve de nada, únicamente para alejarte y evadirte de la realidad y no tener así que enfrentarte a ella. Es triste pensarlo y decirlo, pero más triste aún es saber que lo hemos hecho. Somos vulnerables a los deseos, a las ilusiones, a las emociones, a los impulsos, a los placeres; a la felicidad.

Algún día encontraremos el camino soñado. Dejémonos llevar, que las cosas surjan… Por ahora y mientras el tiempo pase, recordaremos lo sucedido pensando: idiota, idiota, idiota.