miércoles, 29 de diciembre de 2010

J, y tiemblo

Conoce bien cada guerra de la vida.
Y del amor también...

J era tan enérgico… Tenía esa capacidad de seducción innata: con sólo cruzarte con su mirada y con su cautivadora sonrisa te tenía atrapada. Ni que decir de sus manos y de sus brazos que te llevaban hacía su cuerpo como un imán hace con su polo opuesto.

Es camaleónico y salvaje. Sabes que está cerca porque tiemblas y porque notas su cálido aliento en tu cuello. Es irresistible: no puedes escapar de su atractivo natural, tus esquemas se caen cuando lo ves, cuando sabes de su presencia. Eres consciente del magnetismo que ejerce sobre ti al notarlo en tu ropa, en tu cabello e incluso en tu actitud. Debes admitirlo: lo necesitas. Llegado a tu extremo carnal, su olor es ahora tuya. Sólo de pensar una posible fusión corporal vibras.  

Suspiras… no puedes hacer otra cosa cuando lo ves pasar. Inevitable volverte drogada, anestesiada al verlo andar. Caes rendida a su cuerpo, te vuelves loca y caótica a su tacto, te estremeces cuando te intimida con su mirada y deseas besar sus labios. Estás frenética. Nunca antes podías imaginar que ibas a compartir instantes con alguien como él; con alguien tan maravilloso y tierno como él. Deseas pertenecerle,  susurrarle toda la noche, despertar a su lado, dejarte acariciar en su regazo. Quieres vivir con él, pero únicamente has logrado vivir de él.

Lamentablemente, esos momentos cruciales en tu vida se han terminado. Hoy ya no está, pasó página, ha reemplazado tu lugar dejándote en el recuerdo millones de imágenes clandestinas que hoy conforman los temidos restos del ayer. Algo difícil de olvidar.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Entre el alma y la piel


Ocurre cuando menos te lo esperas, cuando dejas de buscarlo y de obsesionarte. Simplemente sucede. Y es algo maravilloso. Vuelves a ilusionarte, a recobrar la esperanza, a sentir que todo va bien. Tocas el cielo, pruebas el paraíso, te bañas en oro, te sumes en un éxtasis de adrenalina cuando te cruzas con su mirada, esa conexión tan necesaria y tan mágica.

Sientes que la taquicardia y la aceleración son una constante; síntomas de amor. Y sólo porque estás a su lado, porque le coges la mano. Porque lo hueles, lo tocas, lo saboreas, te diluyes en sus labios, te evaporas cuando notas su tacto, te estremeces cuando escuchas su dulce voz susurrándote en silencio, despacito al oído, que siempre estará cuidándote. Porque pase lo que pase lo único que deseas es despertarte sabiendo que duerme a tu lado, que su perfecto cuerpo ahora es tuyo, que puedes estar horas entrelazando tus dedos con su cabello. Porque es una sensación inigualable, preciosa y fascinante. El tiempo se detiene en el acto.

No dejas de repasar su anatomía, de perderte en sus profundos ojos negros, de querer compartir con él momentos junto a la orilla del mar, de escuchar vuestros corazones latir al mismo compás. Nada va mal, todo funciona perfectamente. Alguien ha llamado a tu puerta y ha entrado en tu interior: en tus sentimientos y en tu corazón. Ahora mismo es parte de ti. Lo notas intrínseco, imprescindible y está justo ahí: entre el alma y la piel, el sitio exacto en el que nos desarmamos, en el que empezamos a entregarnos completamente.

viernes, 17 de diciembre de 2010

La euforia de Chel

Se haya en su cama, hundida, sin ganas, herida y utilizada. No quiere llorar más. Ella quiere volar. Lo dio todo por amor: se entregó completamente, luchó, disfrutó; puso en ello todas sus ganas y, sin esperarlo, de pronto sucedió la tragedia. Se topó con medias verdades, con traiciones y falsedades, con una deformación de la realidad. En ese círculo vicioso de lágrimas y llantos, no encontraba salida alguna, lo que la propició a su única escapatoria: la rendición. Ondeó una bandera blanca y dejó que los demás la juzgaran, se inmiscuyeran en su vida y le hicieran daño, dándose éstos el poder de pronunciarse sobre algo íntimo y ajeno a ellos.

Es impulsiva, valiente y energética pero también tiene corazón. Vio sus posibilidades truncadas y se frustró, adentrándose en el pozo sin fondo de la agonía y la ansiedad. Siempre tuvo una vaga esperanza en su mente de que su mayor deseo se cumpliera y cuando tuvo lugar ese caluroso encuentro, sintió en su interior las aceleradas palpitaciones que procedían de su corazón. Las consecuencias de ese placer nocivo fueron fatales: se lastimó; se engañó a sí misma. Pese a ello, siguió anclada mucho tiempo en la misma página. No podía salir de ese punto sin retorno.

Chel, es hora de avanzar, de abandonar los fatalismos, de eludir el mal karma y de alejarte de comentarios vacíos carentes de sentido y llenos de maldad que a ti, ni te vienen ni te van. Palabras absurdas siempre se han de obviar. Tienes fuerza y coraje para enfrentarte al mundo, pasa salir adelante, para sonreírle a las adversidades. Tú… tú siempre sales adelante y te enfrentas a todas las situaciones que se te presentan. Tú, digan lo que digan, eres maravillosa.

En  este preciso momento se despierta, se suelta el pelo, se pinta de nuevo, escucha los primeros acordes de Always y se siente eufórica, muy eufórica: se siente bien consigo misma, se acepta, sabe que es querida, se siente capaz. Hoy es su noche y su único objetico es ir a disfrutar. Se siente llena (MR...), se siente feliz. ELLA reluce, brilla más que la luna, emana luz.

Tú y yo, soldados sin batalla. Los dos manteniendo guardia.
Tu y yo, protegiéndonos. Los dos soldados del amor.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Irresistible élite


Rompiéndome en silencio, volviéndome de piedra.
A medias tintas no vale la pena.
Me enamoré de todo el abecedario. Quise una J, soñaba con una P, deseaba una V y me obsesioné con una C. Era consciente de mi equivocación pero me daba igual. Era mi mente y mi imaginación las que querían formar parte de una batalla que no me correspondía. No estoy en ese orden social. La lucha de poder la conforman otros, yo no. Solamente soy un rígido y estático peón que no tiene nada que ver con la realeza, la cual se mueve mediante pasos de dudoso altruismo y abundante egocentrismo. El alto grado del estatus quo busca continuamente la pura, rápida y banal satisfacción. Pueden conseguirlo ya que parece que es algo innato e intrínseco en ellos. Por suerte o por desgracia, los esclavos, los vasallos, los obreros y los campesinos no gozamos de esa facultad.

¿A qué es lo máximo que aspira un Dios griego o romano? ¿Podría estar un rey o una princesa con alguno o alguna de sus sirvientes? ¿Se enamoraría un soldado de un redimido? ¿Cabe alguna posibilidad de que un súbdito aspire a besar a su emperatriz? ¿Podría un mero obrero llegar a algo con la patética cantante materialista de turno? ¿Por qué el pueblo llano y los esclavos se enamoran de sus imposibles? ¿Por qué esos imposibles se mantienen firmes a sus principios elitistas y menosprecian a las personas de inferior escala social a ellos?

El mitológico Hércules fue fruto de una caprichosa y azarosa mano del destino que juntó un perfecto dios del Olimpo con una humana cualquiera. Y no fue por amor. Fue por puro deseo carnal. Todo confirma lo anterior: estamos condenados a tener un destino de acuerdo con nuestras cualidades físicas y sociales. Sin hipocresías, nosotros también nos dejamos llevar por la superficialidad y por la explosiva belleza física. ¿Qué es más atractivo al ojo y a la libido humana: los poderosos, idealizados y bellos cuerpos de los dioses paganos, los sensuales rasgos faciales marcados de los soldados troyanos, el sublime cuerpo, la tez blanquecina y la desbordante hermosura de una condesa o las manos trabajadoras sucias y mugrientas de los esclavos y del campesinado? Quien diga que le es más atractivo lo último miente descaradamente.

Sin embargo, seguiremos buscando nuestra particular deidad del Olimpo, continuaremos deseando tener un angelical príncipe en nuestras vidas, nos enamoraremos perdidamente de alguien de escala social superior. Es difícil desengañarse pero nos tenemos que olvidar de la absurda idea de que quizás, tal vez, algún día una exótica princesa, un robusto héroe, una llamativa Marilyn o un apuesto caballero llame a nuestra puerta diciéndonos que nuestro amor hacia ellos y ellas es correspondido.

Como campesinos, sólo podemos compartir nuestras vidas con un campesino; aunque ansiemos alguien de la nobleza. A lo mejor no es tan malo. Seguiré esperando.

Los intentos sólo sirvieron para alargar la agonía.
(...) Tú matabas mi esperanza dando tumbos por mi alma
absorbiendo mi cariño y mis esfuerzos
por luchar en una farsa sin salida...
y entre tú y yo... guerra fría.


domingo, 5 de diciembre de 2010

Mediocre, patético

"No són tristes totes les vides es visquen com es visquen?"
Mercè Rodoreda

Vivo queriéndolo todo y no tengo nada.
Tengo las horas contadas contigo y no te lo he dicho.
Vine buscando mi suerte a este lugar, por eso ahora no tengo a dónde ir.
A veces te marchas, no sé dónde estarás.
Yo te espero, por cumplir hasta el final.

Lo volverá a negar. Callará, sellará sus labios y no lo aceptará. Vivirá en el doloroso silencio, en el vacío de las palabras que nunca pronunció debido a la pesadumbre que conllevaban. Volverá a estafar. A estafarse. A engañarse. Volverá a mentir. Volverá a elevar la mirada intentando eludir su realidad. Lamentablemente, volverá a disimular.

Tejerá redes imaginarias donde podrá esconderse, donde protegerse. No querrá salir nunca de allí y se hará daño. A veces deja volar la imaginación y fantasea con ser libre, con andar descalzo. Huye, huye, huye. Únicamente quiere escapar. Podrá ser consciente de sus actos, pero ni los vive ni los siente, para él sólo suceden. Continuó con su falacia y construyó un gran muro repleto de nombres. Muchos de ellos eran simplemente letras; trazos marcados caóticamente. Otros constituían palabras cargadas de gran valor como en su día lo tuvo la palabra “Dios”.

Soledad, no. Eso no tenía cabida en su mente. Sentía manos, manos que lo sujetaban, que le hacían seguir hacia delante. Sin embargo, constantemente se sumía en inseguridad y escepticismo, viéndose incapaz de afrontar su mundo y parco en posibilidades de triunfo. Pero no podía rendirse, tenía que luchar y superar sus temores. Mientras tanto, veía múltiples miradas, pares de ojos que se fijaban en él: “¡Qué pequeño soy!” - se repetía una y otra vez. Y se sentía idiota, ínfimo, objeto de mofa y risa, mediocre, patético.

Todo avanzaba, siguiendo su curso natural pero, en cambio, sus pies seguían firmes en la áspera tierra. No querían avanzar. Algo los retenía. Entonces se sintió impedido, incapaz de hacer cualquier cosa. Se sentía incómodo con sus dudas y con sus dinámicos pensamientos. Ahora blanco, más tarde negro. Sentía lástima. Lástima hacia su forma de ser, de pensar y de actuar. Sentía miedo, envidia, rencor, inseguridad, autocompasión, cohibición. Y seguía en su espiral, en su vacio mental, en su propia ausencia. Era algo moral. Pedante. Pasional.

Que cada uno se olvide de lo suyo, por un momento, una noche nada más.