miércoles, 7 de septiembre de 2011

Me tuve que marchar

Pobre de mí, qué tonto fui,
fui tan estúpido que te dejé partir.

Me engaño a mí mismo. Creía que tenía la valentía suficiente para enfrentarte, para librar la batalla definitiva: tus labios contra mis labios, tu pelo contra mi cara, mis ojos contra los tuyos. Pero no soy capaz de hacerlo. Soñé que tu mano me buscaba, que tu mirada me encontraba entre la multitud y que te acercabas hacía mí y me llevabas lejos.

Quería escapar contigo, huir de los focos y ser cómplices del viento. Imposible. Los focos te buscan, los flashes te persiguen, el viento me odia. Y no te escapas conmigo. Te escapas con el orgullo, con las rosas rojas y con las promesas rotas. Yo no te quiero para dos horas o tres semanas. Yo te quiero para siempre, para cada minuto y cada segundo.

Te dejo ir. No voy a buscarte. Abandono mis sueños, abandono mi valor. Rechazo tu boca, tu ropa y tu olor. No voy de tu mano y no me atrevo a quitarte el efímero placer que vas buscando. Yo no quiero destinos, yo busco infinitos.

0 comentarios:

Publicar un comentario