jueves, 25 de noviembre de 2010

Un nuevo destino

En la larga senda del destino el caminante dejó tras de sí muchas palabras, vivencias y personas. Seguía su marcha pensante. Recordaba todo lo que había vivido hasta entonces. Había logros, triunfos, alegrías y satisfacciones, pero también tristezas, fracasos, decepciones, ilusiones rotas y sueños sin cumplir. Sabía que en su nuevo viaje echaría de menos todos los fugaces instantes que había compartido con las personas que más quería. Se enfrentaba solo esta vez. En su próxima parada no lo iba a esperar nadie. Únicamente estaba él.

En su maleta llevaba fotos, cartas; imágenes. En su memoria lo que verdaderamente le era necesario: los recuerdos. Disfrutaba reviviendo sus recuerdos de años atrás. Sonrisas, felicidad, armonía y ternura. Una ráfaga de aire le hizo pensar en las despedidas: muchas palabras. Todas ellas rebotaban en su mente.

Recordaba todas las promesas que se habían hecho. No obstante, era consciente de que esas promesas, que se transformaban en tan sólo un cúmulo de palabras dichas por inercia, no se cumplirían. Rara vez se cumplen. En el fondo, le gustaba vivir de los recuerdos y del pasado. Placer equivocado. A la vez, hacía balance de todas las cosas que había hecho a lo largo de sus años. Se arrepentía de algunas, otras las volvería a hacer y otras las consideraba irrepetibles. Lloró. Ansiaba volver años atrás, volver a deshacer el camino, vivir en aquellos años de felicidad plena y absoluta pero también efímera. Debía andar, seguir su camino, enfrentarse a una nueva etapa sin compañía, sin ayuda de nadie. Se acabaron los apoyos incondicionales e imprescindibles.

Sólo podía dar las gracias.

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