sábado, 11 de diciembre de 2010

Irresistible élite


Rompiéndome en silencio, volviéndome de piedra.
A medias tintas no vale la pena.
Me enamoré de todo el abecedario. Quise una J, soñaba con una P, deseaba una V y me obsesioné con una C. Era consciente de mi equivocación pero me daba igual. Era mi mente y mi imaginación las que querían formar parte de una batalla que no me correspondía. No estoy en ese orden social. La lucha de poder la conforman otros, yo no. Solamente soy un rígido y estático peón que no tiene nada que ver con la realeza, la cual se mueve mediante pasos de dudoso altruismo y abundante egocentrismo. El alto grado del estatus quo busca continuamente la pura, rápida y banal satisfacción. Pueden conseguirlo ya que parece que es algo innato e intrínseco en ellos. Por suerte o por desgracia, los esclavos, los vasallos, los obreros y los campesinos no gozamos de esa facultad.

¿A qué es lo máximo que aspira un Dios griego o romano? ¿Podría estar un rey o una princesa con alguno o alguna de sus sirvientes? ¿Se enamoraría un soldado de un redimido? ¿Cabe alguna posibilidad de que un súbdito aspire a besar a su emperatriz? ¿Podría un mero obrero llegar a algo con la patética cantante materialista de turno? ¿Por qué el pueblo llano y los esclavos se enamoran de sus imposibles? ¿Por qué esos imposibles se mantienen firmes a sus principios elitistas y menosprecian a las personas de inferior escala social a ellos?

El mitológico Hércules fue fruto de una caprichosa y azarosa mano del destino que juntó un perfecto dios del Olimpo con una humana cualquiera. Y no fue por amor. Fue por puro deseo carnal. Todo confirma lo anterior: estamos condenados a tener un destino de acuerdo con nuestras cualidades físicas y sociales. Sin hipocresías, nosotros también nos dejamos llevar por la superficialidad y por la explosiva belleza física. ¿Qué es más atractivo al ojo y a la libido humana: los poderosos, idealizados y bellos cuerpos de los dioses paganos, los sensuales rasgos faciales marcados de los soldados troyanos, el sublime cuerpo, la tez blanquecina y la desbordante hermosura de una condesa o las manos trabajadoras sucias y mugrientas de los esclavos y del campesinado? Quien diga que le es más atractivo lo último miente descaradamente.

Sin embargo, seguiremos buscando nuestra particular deidad del Olimpo, continuaremos deseando tener un angelical príncipe en nuestras vidas, nos enamoraremos perdidamente de alguien de escala social superior. Es difícil desengañarse pero nos tenemos que olvidar de la absurda idea de que quizás, tal vez, algún día una exótica princesa, un robusto héroe, una llamativa Marilyn o un apuesto caballero llame a nuestra puerta diciéndonos que nuestro amor hacia ellos y ellas es correspondido.

Como campesinos, sólo podemos compartir nuestras vidas con un campesino; aunque ansiemos alguien de la nobleza. A lo mejor no es tan malo. Seguiré esperando.

Los intentos sólo sirvieron para alargar la agonía.
(...) Tú matabas mi esperanza dando tumbos por mi alma
absorbiendo mi cariño y mis esfuerzos
por luchar en una farsa sin salida...
y entre tú y yo... guerra fría.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con todos ustedes, aquí está la "Teoría de la pirámide" :P

Aiii Rubén, qué veritats dius, però en la noblesa no són tots guapos i rics, ojo...

xxoo (L)

Rubén Serrano dijo...

Lauuu :)
jejeje eixes son les conseqüències de sentir-se ferit i renegat: paraules xorra!
la noblesa es guapa i rica per la aparença, per dintre esta més que buida.
gràcies per pasar-te.
xoxo

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