miércoles, 9 de marzo de 2011

Bailando en la oscuridad

Noche. Música. Cuerpos. Movimientos. Sudores. Y agua fría… Las luces de la discoteca estaban apagadas pero la música sonaba. Sin inmutarme, yo seguía bailando, movía  mis pies y mis brazos, agitaba la cabeza, me revoloteaba el cabello, bailaba en la oscuridad. No era consciente de mi alrededor, mis amigos no estaban a mi lado. Me encontraba en algún lugar, perdido entre la multitud y la escasa visión que daban las luces de neón de la bola de espejos, ahora encendidas. Mis pantalones ajustados y mi camisa holgada me daban cierta sensación de libertad, sobre todo cuando sonaba algún éxito R&B.

El DJ, eufórico de éxtasis, nicotina y cocaína, acompañaba a su público gritando y saltando. Contemplándolo se encontraban tres chicas jóvenes deseosas de pasión, aceleración y poco freno de mano, que veían en él todas las posibilidades sexuales de la noche. “¡Qué bueno está!” pensaban. Pobre ilusas…
Cuando tocaron las cinco de la mañana llegó un nuevo pinchadiscos para sustituir al hombre actractivo y varonil que provocaba la locura a esas tres jóvenes. Ahora, el DJ con paso firme, seguro y mirada dilatada se abre paso entre la gente, visualiza a una chica morena que lleva un conjunto de tonalidades ocres y marrones, la toma entre sus brazos y la besa. Me besa a mí. Beso robado. Beso querido. Beso soñado. Él era mío.

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