viernes, 5 de agosto de 2011

Sálvame, la logia

Hace unas semanas viajaba hacía una ciudad del sur de Alicante. Allí me encontré con un grupo de amigos de mi universidad y, de repente, lo entendí todo sobre el programa estrella de Telecinco, Sálvame. Fue una de mis amigas quien me hizo entender el éxito sobre dicho programa. Ella, por diversas circunstancias, no goza de mucho tiempo para ver la televisión y, en consecuencia, nunca había visto Sálvame, según me comentó.  Pues bien, ese día vio por primera vez el ‘magazine’ conducido por Jorge Javier y, ocasionalmente, por Paz Padilla y su reacción fue de incredulidad y escepticismo al observar cómo era el formato tan de moda y líder de las tardes.  “Es como si me reuniera con mis amigos en un bar para tomar algo y criticáramos a todo Cristo viviente”, fue todo lo que me dijo entre risas y cervezas. Y acertó de pleno.

No sirve eso de ‘no todo el mundo lo ve’. Cierto, es imposible que todo el mundo vea una cosa, pero si la mayoría. Gente de 15 y 17 años, que está realizando aún los estudios secundarios obligatorios lo ve. Gente de 18, 20 y 27 años, que estudia Periodismo, Sociología o Pedagogía o que trabaja en una fábrica, una empresa o en cualquier departamento, también ve Sálvame. Personas de 30, 40, mi madre y mis tías, ven Sálvame. La gente mayor aparte de nutrirse de telenovelas también ve Sálvame, únicamente hay que fijarse en el público que asiste al plató. Si tú no ves Sálvame, lo siento pero eres la excepción que confirma la regla. Todo el mundo ha visto o verá alguna vez el programa donde reina a sus anchas Belén Esteban – y reinará, ya que le han alargado el contrato a tres años más –. Además, es imposible que alguien no haya oído los nombres de Víctor Sandoval, Nacho Polo, Milá Ximénez o Lydia Lózano unidos a alguna polémica surgida en el programa.

¿Por qué es un éxito Sálvame y tiene tantos seguidores? La respuesta es fácil: por basarse en un formato tan sencillo como juntar a varios colaboradores alrededor de una mesa y abrir debates y tertulias sobre los temas de actualidad. Todo esto amenizado con comida que les regala el público que va al plato, conexiones con reporteros en su mayoría atractivos, chistes fáciles y uso y abuso del poder. En definitiva, lo que hacemos todas las personas del planeta cuando quedamos con nuestros amigos a tomar algo: chismorrear sobre los asuntos más escabrosos de las personas más allegadas, de los personajes que protagonizan el papel couché y también de la actualidad social, política y económica. Sólo que en Sálvame se ocupan de lo primero y de lo segundo.

La fórmula secreta del programa de Telecinco que convertirá a los demás en un homólogo suyo es el poder que reside en él. Sálvame es capaz de involucrar a los espectadores dentro del grupo selecto y cerrado que forman los colaboradores y el presentador. Las conversaciones entre ellos se suceden y el público, testigo de ello, les agradece que les dejen formar parte de su logia. Pero si algo le gusta al público es la autocracia, el despotismo, la chulería y la soberbia que tienen los colaboradores. Cuando alguien ajeno al grupo crítica la actitud de Belén Esteban, Kiko Matamoros o Mila Ximénez se vierten ríos de tinta y, acto seguido, estos profesionales del circo se encargan de convertir en proscrito a todo aquel que se mofe de ellos, desterrándolo televisivamente con todo tipo de acusaciones, informaciones y declaraciones. El público siente fervor, está encantando y agradece una vez más al programa que lo hayan dejado ser partícipe de semejante linchamiento.

Mientras tanto, nosotros, cuando nos reunimos a tomar algo con nuestro grupo de amigos, con nuestra logia particular; también hacemos lo mismo. Matamos a palabras a todo aquel que ha intentado hacer daño a un miembro de nuestro grupo y lanzamos todos los comentarios hirientes y dañinos hacia las personas que, bajo nuestro juicio, consideramos indignas de merecer nuestra amistad o aprecio. Si a cualquier reunión informal de amigos le pusiéramos una cámara delante, estoy seguro de que veríamos una situación parecida a la que se da en Sálvame quitando, eso sí, las amenazas de demandas y querellas y las frases de “tú estás aquí por dinero”. El poder de las palabras es muy grande y sugestivo y la televisión lo usa de forma equívoca. La semántica y el lenguaje no están hechos para hacer el mal. Debemos medir nuestras palabras. Y la televisión también.

3 comentarios:

BL dijo...

Totalmente acertado, has dado en el clavo.

Incluye-T dijo...

NO TENGO NADA MÁS QUE DECIR. ÍDOLO!

anabelaubert dijo...

Genio, Rubén

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