lunes, 9 de mayo de 2011

Cima piadosa (cúspide)

Necesitaba alejarse del mundo, subir a la cima del mismo y tomar aire puro. Tenía que pensar, sopesar la situación. ¿Qué debía hacer ahora? Se sentía sola, hundida, pero no podía dejar de aferrarse al pasado. Desde allí arriba controlaba toda la ciudad, veía sus movimientos y con lágrimas en los ojos empezaba a resignarse. Debía aceptar la realidad: su viaje juntos terminó, era el momento de embarcar sola, sin él. Pero era inevitable, la pasión le desbordaba el corazón y su ansia por yacer con su amado crecía por momentos. Quería reencontrarse con él, volver a estar entre sus brazos, entrelazar sus dedos por su cabello. Necesitaba respirar el olor de su cuerpo, tomarle la mano. Cual anacoreta, se rendía a la soledad para pagar la penitencia de haberse entregado por completo a él. Sin embargo, lo veía desde la lejanía y quería cuidarlo, correr hacia él para besarlo de nuevo. Bañada en lágrimas y tristeza, se veía incapaz de olvidar el aroma de la piel de su amado y sus ojos negros. Ahora, desde la cima de la ciudad sólo veía una solución, tenía que dejar de sufrir. Se disponía a enterrar su dolor, descansaría sobre las rocas. Allí, en la cima silenciosa, indulgente, piadosa.

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